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Consiste en mezclar el abono elegido con la tierra antes de implantar el cultivo. Una vez trabajada la tierra, repartiremos la dosis que corresponda en dos pasadas en sentido cruzado, después daremos otro laboreo para proceder a la siembra o plantación.
Implantado o sembrado el cultivo, periódicamente, haremos aportaciones de abono, sin necesidad de laboreos. Se no llueve, será necesario regar.
En frutales o en determinados cultivos, pondremos el abono cerca de las plantas, teniendo en cuenta que las raíces están a cierta distancia del tallo.
Son aquellos que en poco tiempo están a disposición de la planta y de no ser aprovechados son arrastrados por las aguas. Se utilizan en momentos de gran crecimiento, en primavera o en verano con riego.
Permanecen más tiempo en el suelo y la planta los aprovecha mejor. Adecuados para árboles, césped, patatas e maíz.
El primero número (8) siempre representa el % de Nitrógeno, el segundo (24) representa el % de Fósforo y el tercero (16) el % de Potasio. Cuando tiene más números se especificará lo que es cada uno. El resto de la composición hasta cien es excipiente que habitualmente es carbonato u otro mineral de bajo coste.
Son aquellos que tienen varios nutrientes. Debemos conocer la composición más adecuada para cada cultivo.
Sólo tienen un nutriente. Son apropiados para corregir desequilibrios o necesidades conocidas.
Proceden de estiércol o material vegetal y animal. Tardan más tiempo en ser asimilados por las plantas, pero mejoran la estructura del suelo. Muy adecuados para producciones ecológicas.
Hacen que los minerales, queden fijados a la estructura del suelo y que no marchen con la lluvia. Debemos encalar periódicamente.
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